Pénjamo, Guanajuato, a 30 de diciembre de 2020.- Cuando nuestros sacerdotes se levantan en la mañana y abren sus redes sociales o ven el periódico para toparse que hubo otra balacera, que mataron a otra persona o que desapareció otra mujer ¿son capaces de llorar? ¿Acaso se les rompe el corazón en pedazos? ¿Acaso se preguntan qué hacen para evitar eso?
Pues cuando fueron ungidos sacerdotes prometieron velar por el pueblo de Dios así como Cristo buen Pastor que dio su vida, no prometieron llenarse de Misas, ni hacer de las homilías el arte del regaño, ni tener vida cómoda al margen de su pueblo, al contrario, cada asesinato debería de serles un hijo muerto, cada mujer desaparecida debería estremecer su corazón y cada joven drogadicto o reclutado a la fuerza por el narco debiera arrancar amargas lágrimas como las que lloró Jesús frente a Jerusalén al querer hacer más por ella y no poder (Mt 23, 37).
Pero ¿qué pueden hacer ellos? pastoral, osea toda acción amorosa y sistemática basada en el Evangelio y la doctrina social de la Iglesia (DSI) cuyo fin es conducir al pueblo de Dios. Pero aquí hay muy poca pastoral. Pasemos a revisar.
Ya hablé de la mala respuesta de la parroquia ante la pandemia y su poca pastoral de los enfermos, no se ha buscado confortar a los enfermos y sus familiares, ya sea por mensajes o videollamadas, mucho menos se han realizado colectas para regalar material sanitario al personal médico que muchas veces lo compran de su bolsa, ni siquiera un mensaje de aliento a ellos por medios digitales.
Por otro lado, quien tiene un familiar en la cárcel sabe que son más las visitas de los pastores protestantes y mucho más caritativas y empáticas. Ya que no se da acompañamiento espiritual a los reos, pues ni tienen un guía que los escuche, los mire con ternura y les demuestre con su abrazo que Dios los sigue amando.
Muchas de las madres de estos reos no paran de rezar a Dios por la conversión de sus hijos ¿acaso no necesitan quien las atienda y les muestre que sus suplicas son escuchadas por medio de una pastoral penitenciaria digna? los sacerdotes deben velar por la pastoral penitenciaria, que acompañe la lenta conversión y complemente los procesos de reinserción, velando por los derechos humanos y en especial para que la cárcel sea un lugar para sanar, no una escuela criminal, ni un simple encierro; prestos a denunciar ante las instancias competentes cuando esto no se cumpla. Pero no hay pastoral penitenciaria.
Pero ¿para qué esperar a la cárcel? En varios barrios peligrosos hay una capilla católica, con un equipo pastoral mal aprovechado. Tomemos por caso los adolescentes; a su edad uno quiere sentirse querido, aceptado y parte importante de algo, por eso, entre otras cosas, los barrios de cholos llaman la atención desde temprana edad. Pero un grupo juvenil puede hacer lo mismo, siempre que se llegue a los adolescentes y jóvenes desde sus gustos, comprensiva, actual y amablemente, sin compararlos con tiempos pasados ni juicios que los etiqueten.
Grupos donde sean queridos, escuchados y tomados en cuenta, con guías que sepan educar y platear como retos la superación personal, el autoestima y la trasformación social. Pero aquí se entiende por pastoral juvenil un grupo de chicos buenos, sin opinión y mano de obra gratis cuando hay eventos y banca del equipo de liturgia. Lástima que la delincuencia se aproveche de este abandono.
Pero no hay pastoral juvenil sin pastoral familiar. Véase que hay más divorcios y menos matrimonios, las parejas no quieren casarse; también aumentan los embarazos en adolescentes y por ende los matrimonios forzados, todo esto sin un acompañamiento para los matrimonios y menos para los noviazgos ¿de verdad creen que una o dos pláticas sirven para sostener un matrimonio? ¿Por qué no hay el acompañamiento de noviazgos por medio de matrimonios jóvenes cual pide el Papa Francisco en Amoris Laetitia? ¿Por qué no se propone la espiritualidad de la familia? ¿Qué se hace contra del machismo y la violencia familiar?
¿No ven que los hombres ya no van al templo? ¿Qué hacen para atender espiritualmente a los padres de familia y demás hombres? Sin contar el nulo acompañamiento a las madres solteras y la nula reinserción a la vida de Iglesia de los divorciados. Se defiende la doctrina de la familia pero no se hace nada por ella. También decepciona ver que la casa pastoral, espacio para llevar acabo mucho de lo ya mencionado, se usa como estacionamiento y salón de eventos propios.
Y finalizando, ante el grito de las mujeres violentadas, la parroquia se hace la sorda, pudiendo alzar la voz para pedir justicia a ejemplo de los casos de Shantal en San Luis Potosí y Jessica en Morelia donde una sola congregación metió presión por todos los medios posibles para exigir justicia. No hacerlo es fallar rotundamente a la DSI, a su compromiso de pastores y a Dios mismo.
Ser sacerdote es mucho más que dar Misas y ojala sean muchos los jóvenes que se animen a responder a Dios; Y no es que ellos realicen todo lo mencionado, soy consciente de la edad y las enfermedades de algunos, para eso tienen el apoyo de nosotros los laicos, pero por su ministerio de animación y gobierno debieran de ser quienes propongan, acompañen, supervisen y pongan el ejemplo, pero nuestra pastoral se define en una palabra…negligencia, y eso es un pecado grave de omisión.
Por eso ante la pandemia, la crisis económica, la crisis de Fe y la violencia que aquejan a los fieles, yo me pregunto… ¿nuestros pastores lloran?