Mientras las empresas y las industrias de todo el mundo siguen luchando contra la recesión económica causada por la pandemia del coronavirus, el tráfico ilícito de migrantes ha seguido incrementando, afirma la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), que ha lanzado una nueva publicación sobre el impacto del COVID-19 en el tráfico de migrantes.
El informe destaca como las redes delictivas detrás de esta empresa altamente rentable están aprovechando las restricciones impuestas para frenar la propagación del virus y revela el creciente abuso, abandono e incluso el riesgo de muerte que enfrentan los migrantes.
“Cuando las personas están desesperadas por abandonar sus países de origen o su lugar de residencia actual y no tienen los medios regulares para migrar, las opciones ilegales y peligrosas que ofrecen los traficantes son a menudo la única salida”, dice Tiphanie Crittin, principal autora del informe.
“Y a pesar de la pandemia global y las restricciones de movimiento, vemos que un gran número de migrantes y refugiados todavía están tratando de cruzar las fronteras, y muchos de ellos están muriendo en el transcurso.”
El estudio de la agencia de la ONU muestra que las medidas de confinamiento, como el cierre de las fronteras, aeropuertos y oficinas de tramitación de visados, suponen que muchos refugiados y migrantes no tienen otra alternativa que recurrir a los servicios de traficantes para iniciar o continuar su viaje.
“Como resultado, hay aún más oportunidades para las redes criminales, en particular entre las comunidades que han sufrido pérdidas de puestos de trabajo debido a la pandemia y necesitan migrar en busca de nuevas oportunidades de empleo”, apunta Crittin. “Sabemos que el crimen prospera en tiempos de crisis.”
Rutas más arriesgadas
Otras conclusiones del análisis de la Oficina contra la Droga y el Delito indican que los traficantes están utilizando rutas más remotas y arriesgadas en condiciones más duras para evitar controles y vigilancia más estrictos en los puntos de entrada y los puestos fronterizos.
Para esos viajes, los traficantes están exigiendo honorarios más altos y los migrantes son más vulnerables a la violencia y la explotación, características generalizadas de este delito, especialmente cuando los migrantes no pueden pagar o se enfrentan a tarifas adicionales durante el tránsito.
Martin Fowke, que dirige el trabajo normativo y de políticas de la UNODC sobre el tráfico de migrantes, explica: “La situación de las personas en movimiento también ha empeorado porque muchos gobiernos han reducido la disponibilidad de vías regulares de migración y asilo que ya eran limitados antes de la pandemia. Esto también ha llevado a un aumento en el negocio de los traficantes.”
En el documento de la UNODC se incluyen casos de refugiados y migrantes, incluidos niños, que han quedado varados y abandonados en condiciones precarias en campamentos, refugios o simplemente desamparados en la calle.
En tales situaciones, tienen acceso limitado al agua, a los servicios de saneamiento y a la asistencia sanitaria y, por tanto, corren mayor riesgo de contraer el COVID-19.
“En su lucha contra el tráfico ilícito de migrantes, los Estados tienen que recordar que siempre es su deber defender los derechos humanos de todas las personas en movimiento”, remarcó Fowke.
El perfil de los migrantes y sus traficantes
El texto señala que la mayor parte de las personas que se sabe han sido objeto de tráfico son hombres jóvenes, que normalmente viajan sin sus familiares. Por ejemplo, los migrantes de Asia Meridional traficados eran predominantemente hombres de entre 18 y 30 años. Estas tendencias son similares a las observadas en las rutas que van del Cuerno de África a Sudáfrica, en que la mayoría de las víctimas del tráfico ilícito eran hombres de entre 18 y 35 años. En las rutas que van de América Central y México a los Estados Unidos, la mayoría son también hombres, aunque se estima que las mujeres representan entre el 20 % y el 25 % del total.
Respecto al perfil de los traficantes, tal como ocurre con muchos otros delitos, los que se dedican al tráfico ilícito de migrantes suelen ser hombres de edades que oscilan entre los 30 y los 35 años. A menudo, estos criminales son del mismo origen nacional o étnico que las personas que son objeto de tráfico ilícito, o proceden de las regiones por las que pasan las rutas de tráfico. Las tendencias más recientes indican que tal vez muchos hayan sido, ellos mismos, objetivo de ese tipo de crimen en el pasado.
Las organizaciones que se dedican al tráfico ilícito pueden ser sofisticados grupos de delincuentes organizados o grupos formados sin una estructura fija por personas que comparten entre sí sus conocimientos y recursos.
Los grupos más estructurados tienen la capacidad de operar en áreas más grandes y pueden obtener ganancias significativas, mientras que las organizaciones más pequeñas e integradas de manera más aleatoria dependen en mayor medida de la demanda de sus servicios en sus comunidades y los beneficios que pueden llegar a obtener tal vez no sean tan importantes.
La publicación concluye con una serie de recomendaciones para prevenir el tráfico de migrantes y proteger a los migrantes expuestos al tráfico en tiempos de crisis.