Últimamente varios males aquejan a nuestro Pénjamo, sobresaliendo la pandemia, con su crisis económica, y la inseguridad, para muestra los problemas de los comerciantes temporaleros, los vídeos donde un individuo amenaza a las mujeres del municipio y las múltiples desapariciones de mujeres en los últimos meses, por mencionar algunos casos.
Mucho se dice del gobierno, también de nuestro actuar ciudadano, pero poco del papel de la Iglesia en Pénjamo ante esta realidad. Éste artículo busca ser un análisis del actuar de nuestros sacerdotes de la parroquia de San Francisco de Asís, siendo esta la cabeza del decanato y por ello la autoridad católica en Pénjamo.
Escribo como un fiel más, en comunión con la doctrina de la Iglesia
católica y buscando la mejora de la Iglesia local como comunidad integra.
En cuanto al covid, en los templos se ha seguido las medidas sanitarias, sin
embargo, estas medidas deben complementarse con otras particulares según el lugar y la ocasión.
En concreto, el apoyo de los ministros extraordinarios de la comunión, que mayormente son población de riesgo por su edad y están en contacto cercano con las bocas de los fieles al momento de comulgar, olvidando que la Conferencia Episcopal Mexicana (CEM) permite dar la comunión en la mano siempre que los fieles guarden respeto y adoración debida.
El criterio de la edad también aplica para la mayoría del equipo de liturgia, que realizan su servicio varias veces a la semana. Sin duda lo hacen de forma voluntaria, pero la voluntad no es un vacuna inmunizante de la enfermedad y pueden ser contagiados y contagiar a otros. Además que, al finalizar las Misas los fieles se aglomeran junto al presbiterio para bendecir sus imágenes religiosas, dando al traste las medidas sanitarias sin que el sacerdote lo evite, siendo que es la gracia sacerdotal y no el agua bendita la que bendice, por lo que el sacerdote puede bendecir desde el presbiterio antes de terminar la Misa.
También se ha dejado de trasmitir las Misas por redes sociales, por lo que el fiel tiene que romper el aislamiento social. Agravándose durante fiestas patronales, primeras comuniones y confirmaciones, donde hay control dentro del templo y el atrio, pero en sus alrededores se crea un aglomeramiento, sin mencionar que en su mayoría cada niño representa una fiesta y otro foco potencial de infecciones en la misma.
Pienso que al aplazar las fechas de estas celebraciones se estaría
dando pie a que la formación de estos niños vaya más allá de la memorización de fórmulas de rezo y entre más en la vivencia de los valores del evangelio.
Consideremos los problemas a los que se enfrenta la catequesis al tener que
digitalizarse por la pandemia; por lo que más tiempo de catequesis sería una buena opción pedagógica para abarcar el contenido y dar tiempo a las catequistas para su formación pedagógica en las plataformas digitales.
Además que somos de los lugares donde se confirma a más temprana edad, incluso sin ser adolescentes, difícilmente hay madures, conciencia y libertad suficiente para reafirmar su pertenencia a la fe católica y su estilo de vida. Por esto reitero que aplazar el sacramento es una medida sanitaria y pedagógica.
Además, en las últimas semanas hay un gran aumento de contagios, tiempo que coincide con el rezo de los rosarios guadalupanos, y aunque hay más factores (las largas filas fuera de tiendas y bancos y las fiestas por ejemplo), parte de la culpa del regreso a semáforo rojo es por este motivo. A estos va mucha de la población de riesgo, además de niños, muchas veces se realizan en espacios reducidos y se comparte la comida.
Sorprende la negligencia del párroco, pues en materia religiosa el pueblo escucha más a sus pastores, los cuales no se pronunciaron formalmente invitando a los fieles a cambiar del rezo colectivo al rezo personal y el imitar las virtudes de tan santa mujer como una forma eficaz de devoción.
Por último, los cuerpos de los fallecidos por covid no deben ser velados, incluso son enterrados de madrugada evitando aglomeraciones, aunque también se recomienda evitar cualquier velorio o reducirlo al mínimo en tiempo y número. Ante lo cual la Iglesia tiene muchas formas de rezar y recordar con amor a sus difuntos, incluso de ganar la indulgencia plenaria para ellos, siempre cuidando las medidas de salud. Pero nuestros pastores han sido negligentes en su labor catequético y los fieles siguen sintiéndose mal con sus difuntos si no los velan.
Esperemos que las Misas de noche buena y año nuevo no sean otro foco de
contagio. Con afán de poner mi granito de arena humildemente recomiendo que:
- Todos los fieles hagamos oración por nuestros pastores.
- Se vuelva a trasmitir las Misas en redes sociales.
- Se limite momentáneamente el equipo de liturgia solo a menores de 50.
- Se dé la comunión en la mano, bajo previa catequesis preparativa.
- Se forme a las catequistas en el uso de plataformas digitales.
- Aplazar las primeras comuniones, confirmaciones y fiestas patronales.
- Catequizar en cada intervención sobre distintas formas de devoción y
espiritualidad que no rompan las medidas sanitarias.
Disculpe el lector la extensión, mañana continuaré con la segunda parte de este
artículo, ésta vez analizando el actuar de nuestra parroquia ante la violencia
creciente en nuestro municipio y como una pastoral eficaz puede traer la paz.